Enmarcado en su filosofía de conservación y desarrollo en armonía con el ambiente, hace poco más de un año, PRISA Group -empresa familiar de desarrollo y construcción de comunidades residenciales ecológicas y proyectos de hospitalidad de lujo- desarrolló La Finca. Se trata de un proyecto agroecológico que tiene como misión aportar y mejorar la producción y oferta de alimentos frescos localmente.
Además, sirve de ejemplo en el buen uso y manejo de recursos en momentos históricos donde cada ser humano debe ser responsable y contribuir socialmente de alguna manera u otra, empezando por trabajar, y enfáticamente educando a futuras generaciones; que son los herederos de nuestro presente.
El proyecto tiene sede en un espacio de 514 cuerdas de terreno en el pueblo de Dorado, de las cuales 100 estarán destinadas a la práctica y producción agrícola que pueden sembrarse de manera eficiente y sostenible en la región del valle costero húmedo del norte de Puerto Rico.
Según los agrónomos Nicolás Iturregui y Paula Vargas, profesionales a cargo del desarrollo y quienes han estado trabajando arduamente las tierras, los objetivos del proyecto son varios, ya que La Finca se desarrolla dentro de una comunidad que demanda productos frescos y locales. El primero de estos es recrear ambientes íntegros e inclusivos para satisfacer las necesidades inmediatas del ser humano a corto y largo plazo.
“El medioambiente presenta oportunidades, pero también desafíos y a través de la búsqueda de conocimiento y la práctica podemos ir determinando qué se da mejor en este medioambiente para recrear una finca, para interactuar en balance con un ecosistema que es lo que queremos lograr: un ecosistema de calidad, porque las distintas plantas sean frutales, medicinales u ornamentales, todas viven en simbiosis (interacción entre diferentes especies de plantas o animales) en un ecosistema muy balanceado. Para este ecosistema hay que considerar distintas variables como la calidad del agua, la calidad de la tierra y mejorar la tierra para crear una bioflora saludable y poder dar alimentos de calidad que redunde en una población más saludable. Por eso el manejo de estos recursos es medular para crear, recrear y balancear”, manifestó Iturregui, quien cuenta con 24 años de carrera en la industria agrícola.
Otro de los objetivos del proyecto es manejar los recursos de manera científica y consciente, no solamente para aportar al ecosistema de manera positiva, sino para mejorar la condición de vida del ser humano. “Desde el día uno hemos tenido como meta impactar de manera positiva la agricultura y a la comunidad, así como aportar conocimiento y datos científicos que ayuden a definir los cultivos ideales que se pueden propagar en esta zona. También, servimos de ejemplo para que otros agricultores sepan que es posible realizar una agricultura sustentable de manera amigable para el ser humano y para el planeta, y que también es posible producir alimentos frescos, de calidad y de valor nutricional alto”, agregó Vargas, quien cuenta con una preparación en Agronomía y cursa estudios de maestría en Horticultura.
La agrónoma también destacó que “es imprescindible manejar la siembra de manera correcta y usar la tecnología para maximizar el uso de los recursos y las producciones. De esta manera también se aporta a la seguridad alimentaria de Puerto Rico”.
Asimismo, Iturregui —entrenado como arborista— indicó que están trabajando en la identificación y definición de los espacios y los suelos, e integrando distintas disciplinas agrícolas al proceso, desde la regenerativa, agroecológica, silvicultura, agroforestal, orgánica hasta la hidroponía, entre otras.
“Aunque esta finca se vislumbró hace varios años y heredamos aquí cierto material vegetativo y tecnológico, ciertamente establecer un proyecto agrícola como este —desde la limpieza del terreno, la extracción de maleza, etcétera— puede tomar entre cinco a siete años. Porque además requiere analizar los suelos y considerar hacer las enmiendas necesarias según los cultivos y la calidad de los suelos, analizar el agua para los cultivos y para los procesos postcosecha, diseñar la distribución troncal y la secundaria para cultivos específicos —sean permanentes o de temporada—, diseñar los predios considerando el movimiento del agua superficial, las escorrentías, los controles de erosión, las siembras al contorno y rompevientos; y las relaciones beneficiosas o simbióticas entre cultivos”, destacó el arborista.
Mucho trabajo por hacer
Aunque los especialistas consideran que están en pininos, ya cuentan con distintos tipos de cultivos que se desarrollan a corto, mediano y largo plazo.
“Hemos comenzado a trabajar unas seis de 100 cuerdas de terreno que serán destinadas a La Finca. Esto incluye 40 mil pies cuadrados de viveros de plantas comestibles, medicinales y ornamentales, así como un área de establecimiento y endurecimiento de plantas ornamentales. La pasada semana terminamos de sembrar 50 panas, tenemos limones, aguacates, plátanos, granadas, piñas y plantas que ayudan a convertir el nitrógeno atmosférico para aportarlo a otras plantas”, precisó Vargas.
Entre tanto, el enfoque de los profesionales está en “plazos estratégicos”. Quiere decir que se basan en el conocimiento respecto al comportamiento y adaptabilidad de los distintos productos para manejar los cultivos.
“Tenemos, por ejemplo, la piña y el plátano que se dan en plazos cortos. Las piñas son 14 meses y los plátanos se tardan como 10 meses, ambos están floreciendo ahora mismo. Mientras que los aguacates los sembramos en tiestos de 200 galones y han respondido muy bien porque se hizo un plan específico para ellos, lo cual incluye un riguroso plan de abono y mantenimiento. Al mismo tiempo, hemos confrontado situaciones como el viento que afecta de cierta manera. Para mejorar estas condiciones hemos estado estableciendo barreras rompevientos con bambúes y árboles, entre otros aspectos que estratégicamente mejoren y maximicen la producción de distintos cultivos”, explicó Iturregui.
Asimismo, uno de los componentes principales del proyecto es servir como fuente de educación para niños, jóvenes y adultos.
Vargas indicó que hacen recorridos con estudiantes de escuelas doradeñas para fomentar el interés por la agricultura en las generaciones futuras y puedan apreciar más la disciplina. “También se han realizado talleres para el equipo de trabajo de la finca —de 14 empleados fijos—, ya que muchos de ellos no cuentan con una preparación previa en el sector agrícola. La meta es tener una producción para suplir a restaurantes y comerciantes locales, para dejar una huella más allá de la que tenemos aquí en Dorado. Que se extienda a otros pueblos de Puerto Rico”, concluyó.